15/1/2010
LA ÚLTIMA
Ese señor del Porsche que debe dinero
Emilio Pérez de Rozas
Al fútbol, ese espectáculo del que se aprovecha todo el mundo para sacar pecho, ese entretenimiento que copa nueve de los diez programas más visto del año, ese negocio que alegra tantas cuentas y siembra deudas por doquier, le importa un bledo que la plantilla del Terrassa lleve nueve días encerrada en los vestuarios de su estadio reivindicando, no solo su profesionalidad, sino los sueldos que les deben y el alquiler de sus pisos.
Sé, lo sé, me consta, que el mundo está así. Que en esta vida es más fácil robar y seguir paseándote por la calle, libre casi de toda culpa e, incluso, admirado por más de diez, que cumplir con tus obligaciones. Pero cuando alguien como el señor (¿señor?) Manel Ferrer adquiere unos compromisos, ha de cumplirlos y no mirar, hablar y despreciar a los jugadores del Terrassa con comentarios como “¿aún estáis encerrados?”. Ya no digamos ese otro caballero (¿caballero?), llamado Jesús Fernández, que se fue de crucero en cuanto estalló el plante de los jugadores.
Sé que me dirán que hay miles de personas pasando estrecheces, sin trabajo y apoyándose los unos en los otros, en amigos, en familiares, para salir adelante y que la plantilla del Terrassa no es ni más ni menos que ellos. Cierto. Pero el propietario del club, Manel Ferrer, se pasea en Porsche, calza zapatillas de mil euros con plataforma para simular ser más alto y no sólo no paga sino que, incluso, ha pretendido vender por cifras astronómicas los derechos federativos del Terrassa, que le costaron 6.000 euros.
Las familias del Terrassa, los jugadores, sus esposas, sus hijos, sus bebés (dos de ellos, Clara Ramírez y María Pérez, recién nacidos), Miguel Olmo, su valeroso técnicos, encerrado con ellos, y el matrimonio Pepe Marmol y su esposa Encarna, que llevan 37 años en el club, viviendo en las catacumbas, cuidando de que todo funcione y que jamás, jamás, dejaron de percibir su sueldo y a los que, ahora, se les debe cinco mensualidades, merecen que Ferrer se venda uno de sus deportivos y les pague lo que les debe. Y, después, desaparezca.
Pero merecen más. Merecen que ese ayuntamiento socialista que dirige Terrassa intervenga, no para pagar, no, sino para intermediar y ayude a sus vecinos. Merece que esa Consellería d’Esports, que tantos millones se gasta en las selecciones catalanas y en la internacionalizació n del hockey sobre patines, tome cartas en el asunto. Merece que la nueva Federación Catalana de Fútbol, cuyo presidente animó a los muchachos con una exquisita ‘gambada’, que ellos agradecieron, empuje a los dirigentes españoles para que resuelvan ese desaguisado.
Merecen que alguien, igual un juez, les diga a Manel Ferrer y a Jesús Fernández que dejen de pisotear los derechos de gentes de bien.